jueves, 13 de agosto de 2009

Jueves

Un día más que me despierto dándole la vuelta a alguna hojita del calendario.

- Casi lo olvidaba - Dije. Y me volví a dejar caer sobre la cama, con la mirada medio presente y medio extraviada contaba los borditos del concreto en el techo.

Hace mucho que no voy a casa.
Algo me dice que, contando el día de hoy, son exactamente ocho años.
Y me vuelvo a platicar todo con lujo de detalles, con un afán medio estúpido, tratando de recordar claramente hasta el grado de la ridiculez.

El primer día de escuela, mientras sentado desde una banquita de metal recién pintada de verde, te miraba al otro lado de la reja, con esos ojos melancólicos, que a veces creo que te heredé, como si verme ahí sentado, esperando impaciente que se abriera la puerta del salón, te pareciera el más grande de tus triunfos. El resto de mis compañeros se aferraba con desesperación a los barrotes de aquella reja, suplicando a sus padres que no los dejaran ahí. Tú parecías sentirte orgulloso de que yo no gritara ó hiciera escándalos, aunque creo que de alguna forma esperabas también que corriera a pedirte que te quedaras ó me llevaras contigo, pero no lo hice.
Después, el rugido de tu moto anunciaba tu partida.
Un hueco de ansias oscuras se abrió en mis adentros.
Trataba de amarrar las lágrimas a mis pupilas, y con ambas manos me aferraba a mi lonchera.
Me había quedado solo, escuchando el llanto de decenas de niños que no conocía.
Corrí a la reja y grité tu nombre hasta el cansancio, pero no regresaste.
Fuí creciendo, y tú y mamá crecieron conmigo.

Algo similar me ocurrió en tu funeral.
Funeral. Qué funesta palabra.
Funeral. Funeral. Funeral.
Hacía un frío otoñal, y yo recién había recibido la noticia.
Bajaba de un carro, no recuerdo de quién.
Ni recuerdo si Paty venía conmigo. Lo más seguro es que sí.
Miré mis pies y me dí cuenta que no había amarrado mis agujetas.
Entré en la capilla velatoria.
La primera persona que ví fué a mí mamá, con el rostro desencajado frente a la caja que te contenía.
Me senté ahí, recargué mi cabeza en su hombro, pero seguro ni cuenta se dió.
Una vez más, sentado en una banquita, escuché llorar a gente que no conocía.
Ningún ruido anunció que te ibas.
Quize ponerme de pie, sacarte de ahí y correr a no sé dónde, pero tampoco lo hice.

Destapaste mi habilidad para curarme las heridas con letras, y con tu partida la volviste a tapar.
Te siento tan incierto, que a veces pienso que eres uno más de esos cuentos que me invento en las noches de no poder dormir.
Intento inutilmente recordar tu tono de voz y no lo encuentro.
Hoy no quiero levantarme.
Hoy no quiero estudiar, ó tocar la guitarra, ó comer, ó saber, ó leer, ó escuchar, ó recordar.
Quiero sentirme en casa, pensar que vuelves, que esa resolución divina me llega, y puedo por fin entender todo de golpe, y curarme el alma.
Escuchar tus silbiditos tempraneros.
Que me cuentes de la señora de la enciclopedia, ó el señor del ropero, ó de tus travesuras cuando niño, ó de la comida de tu abuela, platícame un poquito más.
Sé bien en donde estás pero .. en dónde estás?

2 comentarios:

alter-ego dijo...

Muy temprano pa'suspirar; pero si no suspiro reviento

Unknown dijo...

Me hizo recordar tambíén a mi papá (mi apá, como le decía) que murió cuando yo era chiquilla... Muy lindo... me llegó =)
Gracias amigo!!