sábado, 19 de abril de 2008

Las Flores.

Puede que haya sido hoy por la mañana.

O tal vez la noche de ayer; pareciera que ni él mismo estaba seguro de ello.
Su mirada, la de ella, era hostil. Era lejana. Lo violentaba. Por sólo cortos espacios de tiempo era que ella le veía. El coraje se escurría por las mejillas, sin embargo su boca no le delataba. No se fruncia su ceño. No gesticulaba.
Fueron sólo sus ojos, siempre sus ojos, quienes lo observaban con desdén. Sube su mano, la de el, a la cabellera, la de ella, como esperando encontrar en esos largos y cobrizos rulos, un poquito de perdón, cualquier caricia que pudo extraviarse entre los brazos cruzados, los de ella; cuya única respuesta es un leve cabeceo más hacia la izquierda, y termina por recargarse sobre la ventana del autobús, que casualmente se ha detenido frente algún parque con frondosos árboles y flores que nos ven fijo, hermosas flores, tán vívidas, tán erguidas, tán altivas, tán banales.
-Jodidas flores!.- Piensa ella, o fuí yo quizá, no lo supe. Jodidas flores.
El autobús continua su marcha, regresa el brincoteo que ofrece la mal pavimentada calle.
Parecía eterno el recorrido. Debieron tomar el bus unos 15 minutos antes que yo, de eso estoy casi seguro. Impaciente mira el reloj, se acomoda el cabello, voltea en diferentes direcciones, y finalmente observa el reloj una vez más, él sigue callado.
Ella ha parado de llorar. Se dió cuenta que yo observo, y no me importa; pero hago como que no.
El autobús hace una nueva parada, esta vez ella se pone en pié, él la toma por la cintura, y de un manotazo ella consigue que le suelte, no sin antes arrojar discretamente un pedazo arrugado de papel en la entrepierna de él.
Baja del autobús.
Jonás toma el papel, lo desenrolla y descubre entonces el motivo.
Ahí estaba, con la tinta corrida, probablemente por las lágrimas de Laura derramadas sobre la hoja.


Pasar la noche juntos estuvo genial, a pesar de los pesares te amaré siempre, gracias por dejarme retomar nuestra historia.

Tuya, tuya, tuyita.

Sofía.


Implacable tiempo que no entiende de problemas conyugales, que no sabe de explicaciones, que desconoce prioridades, que le importa un carajo. Despreocupado el tiempo avanza, continúa. Puntuales llegan las 06:00 horas de la tarde, Jonás debe dejar el cubículo de grises paredes que lo enclaustran, que lo asfixian, que se ríen de él desde muy temprano, mientras lo acusan y se burlan, divirtiéndose desollando toda ilusión de aquél pobre diablo, del buén Jonás.
Camino a casa la jornada transcurre sin mucha variación, primero el Pretren, después el tren ligero, y entonces la ruta 610.
Al llegar a casa la encuentra, pero él no viene consigo, se quedo postrado, sentado en la estancia, abrazando de sí mismo, y llorando de temor. No se encuentra.
Laura lo mira, primero quieta, después con urgencia, se levanta del sofá blanco que tienen en la antesala, ese que despide aromas a noches intensas, pausadas, noches de rasguños, ligeras mordidas y juegos donde la lengua es el único rival y recompensa.
Se levanta del sofá. Camina, primero sin sentido, después decide ir a la cocina, se sostiene por un momento sobre la barra y alcanza un banco.

- Escucha.- Dice él. - Estoy seguro que puedo explicarlo todo.

- No lo intentes. - Solloza ella. - Gastarías lo poco que aún queda.

- Fué todo tan rápido.- Insiste él. - Primero estaba con aquellos cabrones, festejando lo de Humberto y su novia, y después resultó que ellos la habían invitado, te prometo que de verdad no supe nada.

- Y cuando estabas tirándotela, tampoco supiste nada?. - Ruge ella, encaminándose hacia la cocina.

- Laura, debes entenderlo, la mayor parte del tiempo que nos vemos es sólo para pelear, todo te parece malo!. Desde que comenzamos a vivir juntos quieres controlar todo, mis salidas, mis llamadas, mi correo, mi tiempo, el poco tiempo que tengo libre, quieres ser dueña de todo! ya estoy fastidiado de ésta situación, me tienes enfermo!

- Eso no es más que una puta excusa Jonás!. No puedo creer que seas tan marica que no asumas que sólo querías cogértela y que te importó un carajo si yo me enteraba o no!.

- Entiende que no fué así.- Suaviza la voz y se acerca.

- Quédate ahí por favor, no te quiero cerca de mí ahora. - Solloza mientras se toca la frente.
Jonás dá la vuelta, camina hacia la sala y se sienta en el sofá que está de espaldas a la cocina.

- Yo nunca quize hacerte ningún mal Laura, pero a veces parece que quererlo solamente no es suficiente, nunca lo es.

Se escuchan pasos, los de ella, queditos y tranquilos, aproximándose. -Bien.- Piensa él. Aparece la mano derecha de Laura acariciándole primero el hombro, para subir pronto por el cuello, recorrerle el mentón, y después las mejillas.

- Sabía que lo pensarías mejor alcachofa. - La llamaba así desde su primer beso, a ella nunca terminó de gustarle. -Sabía que lo entenderías.

La mano derecha de Laura continúa jugueteando fiel con el rostro de Jonás, acerca su busto y recarga su nuca, la de él, en sí misma, cubre sus ojos como cerrándolos despacio, cubre su boca después, es entonces cuando la mano izquierda se asoma, decidida, erguida, resuelta, empuñando un cuchillo de filo notable, con el cual recorre el cuello de Jonás, rápido, sin pausas ni contratiempos. Lo sostiene fuerte mientras le mira manotear tratando de safarse, tratando de cubrir la herida, que se ha convertido en cascada de agua roja, densa, burbujeante. Una sonrisa aparece en el rostro de Laura, tímida al principio, después más clara, prolongada. Se recuesta sobre el hombro de él, una delgada lágrima se le escapa de los ojos, y es inmediatamente cubierta por la sangre, que no ha tenido a bien parar de brotar, tiñendo el rostro de Laura también.
El sofá que era blanco no lo es más.

Con una fuerte sacudida del autobús vuelvo a mí.

Ella, recargada en la ventana observa afligida algún parque frente al cual el bus se ha detenido. Un parque con flores que nos miran fijo. ¿Hermosas flores? ¿Tan vívidas? ¿Tan erguidas? ¿Tan altivas? ¿Tan banales?. Ja! Jodidas flores. Esta es mi parada. Debo salir del autobús.

-Espere!.- Y el sonido de unos tacones golpeando el metal me hacen voltear, por morbo o simple curiosidad, siempre he pensado que son palabras sinónimas, no sé si la acción por sí misma lo sea, francamente no me importa. La chica de ondulada cabellera baja, la miro, me sonríe, le sonrío. Un movimiento de su mano capta mi atención y me obliga a bajar la mirada, entonces guarda una navaja, cubierta por un delgado hilo de sangre. El semáforo en rojo. Ella cruza la calle. Las flores la observan, le sonríen. Jodidas flores.

sábado, 12 de abril de 2008

Escala de grises

Reconozco la batalla perdida,
después de luchar sin contemplar el cansancio.
Acepto la incierta quietud que trae la derrota,
pido sea tan sólo un breve momento.

En la historia que creamos,
ciertamente nos creímos que todo iba a marchar bien, simplemente por inercia.
Tú a tu espacio y yo a pensar.
Tú a esconderte y yo a gritar.

He ido mutilando mi libertad,
Buscando quizá alguna señal,
O por volver a la rutina,
Por saberme de nuevo cubierto en tu cariño,
En espera de que vuelvas,
Aunque no te quiera más.

Quisiera no estar.
Escapar.
Secar el corazón.
Soy una escala de grises.

lunes, 7 de abril de 2008

Soy una interrogante
mi curva es pronunciada y se prolonga
sin advertir tiempo o espacio.

Soy una interrogante
de amarilla estructura
que va perdiendo color,
sin adquirir forma alguna.

Soy una interrogante.

Los recuerdos que en algún momento
se paseaban frente a mí,
huyen despavoridos hacia el sur
buscando un poco de calor.
¿O será el Norte?

Soy una interrogante.

Amplio el espacio de mi brazo al corazón,
Débil mi voz.

Soy una interrogante.

Colillas apagadas por doquier,
Dispersas gotas de humedad que dibujan mi silueta en los mosaicos.
Retazos de locas fantasías, algunas notas de aroma que no han de estallar.
Que no me han de llevar más allá.

Soy una interrogante.

La cabeza abierta al golpear el suelo,
Un hilo de agua roja escupiendo burbujas y vapor.
La soledad de saberse vacío.
El vacío de saberse solo.

Soy una interrogante.

domingo, 6 de abril de 2008

Extrañándolo todo.

Camino el camino y camino.
Ausencia de brisa salada y candor.
Escasa la familiaridad y el verdor.
Extraño, extraño, extraño.

La voz del mar se mantiene callada.
¿Será que ha perdido su fuerza?
La voz del mar se siente debilmente cercana.
¿Será que de la playa se aleja?

Voy cediendo la ventaja ganada,
A pesar de aferrarme con fuerza a la estabilidad que me daba.

O quizá sea tal vez, la sola idea de saberme cambiado, cambiante, cambiando.

Camino, y camino, sin la voluntad de caminar.
Ultimamente hago todo a sabiendas de que a la razón
le importa un carajo.
No he logrado persuadirme, convencerme de que todo irá mejor.

sábado, 5 de abril de 2008

De una historia

¿Cómo le hago para explicar?
¿Por dónde comenzar?.
Cuando se habla de una historia, he escuchado se debe comenzar por el principio.
Por alguna razón siento que sería mejor hablar de nuestro final, ese que aún no encuentro, pero sé que está, por ahí, dormido en algún rincón de mi cabeza.

Apareces y el espíritu se ensancha, de grandeza, de ímpetu, de alegría y calidez, de sonrisas y canciones.
El ser diminuto que era, no es más.
Termina la anonimidad, ya existo.
Descubro que puedo hablar.
Mis labios se abren, te llaman; asistes, me besas.
Los brazos se me vuelven largos, te envuelvo.
Los pulmones inflados de felicidad, te piden: "No te vayas"
¿Y después? No más.
" No más " me explico yo: " No más .. ".
Lo siguiente: Olvidar.
¿Olvidar?
¿Cómo hago?.
Inconclusión.


- Hola, buenas noches, me das un ticket para " La última hora" ?.
-Claro, sólo uno? (me mira fijo y con cierta extrañeza)
-Sí, si eres tan amable. (Sonrío, admitiendo su extrañeza.)

Palabra, tras palabra, tras palabra que escupe la pantalla, y golpean mi frente sin decirme nada, y de pronto ahí está la imagen, demacrada, dolida, agotada, de la misma vida, de la vida misma, queriendo morder una manzana antes de desfallecer por hambre, más los dientes se le van deshaciendo de a poco, mientras una delgada lágrima, casi imperceptible le escurre de los morados párpados, bajando por la mejilla dibujándole un camino de pureza, entre tanta suciedad, revelando la palidez en su piel.

Me llevo una mano al extremo derecho de mi cuerpo, apuñando el asiento; cerrando los ojos y apretando los labios. Quiero gritar. Quiero decirte que siento tu dolor, que a mí también me duele, que me siento seco, contaminado, desequilibrado, cansado, que a veces el calor del sol es demasiado, calcina mi piel, mis ilusiones. Mis pasos de repente pierden dirección. Quiero correr y abrazarte, y besar alguna de tus ramas, o tus lagos, o tus venados, o tus nubes, o tu aire, todo lo que regalas sin pedir nada a cambio. Entiendo tu dolor, compártelo conmigo, puedo cargar al menos un saquito.