lunes, 29 de octubre de 2007

Y tomo cuenta de los días.

Debo advertir quizá, que no es este uno de mis mejores días, a pesar de que siempre he pensado que nunca hay una carta del todo mala, hoy se me ha venido dificultando mantenerme aferrado a esa idea. Desconozco la causa. No, no la desconozco, soy más bien demasiado cobarde como para reconocer que realmente puedo ser muy exigente.

Marte se asoma cercano en mí cielo, y sus órbitas se han convertido en felicidad necesaria, en tibias promesas que nacen gota a gota de sus enrojecidos labios, y va dejándome sembrada la esperanza de una nueva historia; yo canto alegremente:

"Me importas tú, y tú, y nadie más que tú.
Ojos negros, piel canela que me llegan a desesperar. "

Y es ahí, justo al probar la primer gota de su miel, que mí ser completo se estremece, y me brotan intensas cascadas de melancolía, busca la razón, un cálido y seguro escondite; escondite en el cuál no he de entrar yo. " Afuera el frío embiste, adentro el vértigo " y caigo en cuenta que mi posición es tan incómoda como siempre, que suelo hallarme en la misma encrucijada que atormentó gran parte de mí pasado, viene ahora con la fija intención de amordazar mi presente.
Esconderme sería huir, ignorar conscientemente que soy humano, y que el dolor juega importante papel en el día a día; quedarme podría rayar en el masoquismo, entonces .. ¿qué se hace?.
Mientras tanto, él se ha vuelto muy " paseador ", a momentos me llega tan cercano que le siento estrellar contra mí atmósfera, y por horas se pinta muy lejano, cómo esa parte del cuento que apenas se escucha al dormir, cuándo la visión se va tornando borrosa, y te dejas flojito caer en lo absurdo, en lo que no haz de alcanzar, y que aunque aprietes con enorme fuerza los labios, para después abrirlos intempestivamente, imposible será para tí, propinarle esa fuerte mordida a las nubes achocolatadas que se asoman, cada vez que decides cerrar los ojos.
Así es Marte, como un chocolate que quisiera besar, y comer, y lamer, y regalárle pasivas mordidas; no, mordidas no, más bien, tímidos mordisqueos, caricias mandibulescas; pero es sólo al caer en sueños, que puedo tenerle aquí, prefiere la distancia, le hace sentir mejor, yo mientras le regalo la fantasía de mi menguante luna, 2500 pasos que comparto sólo con la noche, el frío que se posa en la palma de mí mano derecha, que confundida busca un poquito de calor, las pequeñas líneas dibujadas en sus manos, y muy triste, pero quieta acaricia solamente el espacio vacío.


Balada del mal genio.

Hay días en que siento una desgana de mí, de ti,
de todo lo que insiste en creerse,
y me hallo solidariamente cretino
apto para que en mí vacilen los rencores
y nada me parezca un aceptable augurio.

Días en que abro el diario con el corazón en la boca
como si aguardara de veras que mi nombre
fuera a aparecer en los avisos fúnebres
seguido de la nómina de parientes y amigos
y de todo indócil personal a mis órdenes.

Hay días que ni siquiera son oscuros
días en que pierdo el rastro de mi pena
y resuelvo las palabras cruzadas
con una rabia hecha para otra ocasión
digamos, por ejemplo, para noches de insomnio.

Días en que uno sabe que hace mucho era bueno
bah! tal vez no hace tanto que salía la luna
limpia como después de jabón perfumado
y aquello si era auténtica melancolía
y no este malsano, dulce aburrimiento.

Bueno, esta balada sólo es para avisarte
que en esos pocos días no me tomes en cuenta.

Mario Benedetti.

Oh enigmático Benedetti, gracias por compartir comigo un pequeño pedazo de tu corazón.