sábado, 27 de junio de 2009

Acercamiento emocional Tío-sobrina.

Mientras intentaba resolverle dudas del ingreso per-capita a un amigo de Ingrid, agregué a una ventana de 3 personas a mi sobrina, el orgullo de la familia. La única que quiere estudiar una carrera realmente prometedora.

Edgar: Oye Kalya, ¿tienes amigos guapetones, inteligentes, bien educados, culturosos y gays?. Con uno que tengas me doy.
Kalya: Guapos no .. gays sí.
Edgar: Ok ok .. Los que no son guapos, ¿tienen buen carisma?
Kalya: Mmm .. no sé.
Edgar: Bueno bueno .. esos que son gays, ¿son inteligentes, educados y culturosos?
Kalya: No .. son de esos gays indeseables, que actuan afeminado y creen saber más de moda que tú.
Edgar: Guacala Kalya! Te prohibo que tengas amigos así!
Kalya: Yo no dije que fueran mis amigos, simplemente los conozco. ¿Por que preguntas?
Edgar: Pues por que ya tengo casi 24 años y sigo soltero, la mayoría de mis amigos ya se casaron, o estan a punto de, o ya tuvieron al menos un hijo y yo ni una enfermedad venérea si quiera.
Kalya: Jaja ... ya me voy, debo lavar platos.

viernes, 26 de junio de 2009

NO voy a hablar de la muerte de Michael Jackson en mi blog, punto.

Me parece VERGONZOSA la actitud de algunas personas que, aunque sea de broma, se muestran profundamente consternadas a raíz de la muerte de este conocido ícono de la música pop.
Que si su muerte se dió en circunstancias extrañas.
Que nadie lo esperaba.
Que se sacaron de onda.

FAVOR DE NO MAMAR.

A diario muere gente en las circunstancias más extrañas y más vergonzosas.
Indigenas mueren en la sierra por inanición.
Padres de familia, esposas, hermanos, abuelas, tías, vecinas, amigas, mueren a diario, víctimas de secuestradores, asaltantes, cafres del volante, y a alguien le importa un carajo?
Alguien hace algo?
Lo pasan en la televisión?
Se vuelve duelo nacional?

NO.

Algo muere siempre frente a nuestros ojos.
El planeta entero perece de a poco.
Pero claro, eso no es causa de alarma mundial, o necesario de escribirse en los nicks, o buen tema para hacer un chiste.

Ser el instante de tus días mágicos. Ser el momento que ansías.

Aquí les comparto un poco de mi reciente intento por escribir cuentos " no tan cortos ".
La historia no tiene un nombre aún.
Publicaré una parte y así lo iré haciendo por que el relato sí está un poco largo y aún no termino de escribirlo.
Gracias a todos y bonito día (ó noche según sea el caso).




- Susana ya duérmete y guarda ese libro, te vas a volver loca!. Le gritó una voz esforzada que había viajado desde la sala en el primer piso de su casa hasta el lado derecho de su cama, pasando por las hendiduras de la puerta y deteniéndose a tomar un respiro justo antes de llegar a sus oídos. No respondió, jugando al papel de Bella Durmiente. Se movió sigilosa sobre su cama, rogando al cielo que los resortes en su colchón no la traicionaran. La base estaba hecha de madera, una madera vieja y corroída que crujía calladamente con cada movimiento de Susana.
- ¿Me escuchaste jovencita?.- Insistió la voz.
- ¿Me hablas mamá? – Respondió apenas con ganas. El sonido se arrastraba en el aire. Fingía estar adormecida mientras estiraba la mano para poner el libro sobre su escritorio.
- No te hagas la loca. – Y se oyeron pasos que desde abajo se acercaban. Tum tum tum tum. Subían por las escaleras, golpeteando el piso. Molestos. Apurados. Decididos. Ella regresa a su cama rápidamente y se enreda en las sábanas, cual culebra en su improvisado nido.
Escucha el maullido de la puerta al abrirse. Tras de sus párpados, que hasta hacía unos segundos había un fondo oscuro, ve ahora una luz rosa con ligeras venitas rojas y verdes, que serpentean sin dirección alguna.
- A mí no me quieras jugar, estabas leyendo ese libro de nuevo. ¿Dónde está? – Inquiría la voz aguda. Salpicando su cólera.
- ¿De qué hablas mamá? – Difícilmente se le escuchaba. – Yo estaba dormida – Dice sin abrir los ojos.
- Aquí esta – Se le escucha victoriosa. – Y óyeme bien niñita, es la última vez que te quiero sorprender leyendo esto. No estás en edad de andarte sembrando ideas, de por sí sabe Dios de donde se te ocurre todo lo que se te ocurre. Quítate los lentes, guarda esa lámpara y duérmete ya, que mañana es día de escuela y no pienso llevarte tarde. – La habían descubierto. Se cerró la puerta.
Susana, de apenas 11 años era más que una niña, una estudiante, una hija o una amiga. Susana era una exploradora en la parte más indómita del Amazonas. Ahí dónde el sudor del viento cae sobre el pecho ardiente de la tierra, y después, vencido, agotado, diluido, vulnerable, se eleva con las tibias ondas del mismo aire del que nació, hasta llegar al cielo fresco quien lo cuida, lo alimenta, lo cobija en sus inmensas nubes y le permite entonces regresar. Triunfante. Altivo. Bello. Le regala de nuevo el corazón del Amazonas, para aplacarle el calor a la tierra. Engordar los ríos. Lavar las plantas. Es ahí donde Susana se ha establecido también. Construyendo una diminuta, pero cómoda, choza de paja. Curando a los nativos. Enseñándoles sobre Teología, Matemáticas, Gastronomía, y sobre todo, a leer.
Ha viajado por el interminable hastío del Sáhara, formando parte importante en el reencuentro de dos amantes.



* Montserrat Cambra y Santiago San Román, eran apenas unos chiquillos cuando los largos y afanosos brazos del amor los alcanzaron. Montse tendría quizá unos diecisiete y Santiago estaba ya por cumplir los veintiuno, formaba parte de una legión militar en España. Durante las elecciones de 1933 y el triunfo de los derechistas hubo una sublevación del pueblo contra el gobierno. Ardían Iglesias, volaban balas, pedazos de concreto y extremidades humanas con la sangre aún caliente. Era difícil, por no decir imposible, dormir en noches agitadas como esas. El cielo abierto, oscuro, parecía estar de duelo, y en el aire estaba ese olor a cadáver chamuscado al que no se escapaba nadie. En la escaza quietud de su hogar, Montse regresaba de la escuela. Tocaba el piano. Hacía tareas. Comía puntual. Cepillaba sus dientes y su cabello. Leía una novela. Caminaba incierta por su pieza, provocándose el cansancio, tratando de encontrar el sueño.
- ¿Cómo sería morir despedazada por una bomba? – Se preguntaba. – Y que el único sonido que te despida de este mundo vacío y sin vida sea sólo eso, un estallido. Sentir las fibras de tus oídos despedazándose. Sentir el cuerpo arder, y en la visión oscura de tus ojos cerrados, saberte obligada a mirar el fuego consumiéndote. Tu cuerpo inútil reventando contra la pared de un edificio que pronto cederá ante la explosión. Resquebrajándose. Cayendo sobre ti y rompiéndote en mil.
Movió las sábanas, los cojines, y se dispuso entonces a dormir. Lejos iban quedando los sonidos. La respiración de la casa, de los gatos, de la noche, de ella misma.



- Mamá, mamá. Eche. Eche. Aba. Aba. - Se oían como un eco las palabras. Montse avanzaba sobre un camino oscuro, sin saber con certeza hacia dónde se dirigía pero por alguna extraña razón tenía la corazonada abrumadora de seguir esa voz.
- Mamá, mamá. Eche. Eche. Aba. Aba. - El sonido se amplificaba por el lugar, recorriendo paredes inexistentes, dando una sensación de vacío insufrible.
- Mamá, mamá. Eche. Eche. Aba. Aba. - Una luz se enciende sin que pueda saberse de donde proviene. Ilumina a un pequeño regordete de un año quizá, de espaldas a Montse. Sus cabellos rubios arrojan destellos con el reflejo de la luz. Tenía una piel blancuzca.
- Mamá, mamá. Eche. Eche. Aba. Aba. - Estira las manos y alcanza la cintura del pequeño, lo levanta y lo pone de frente hacia ella para reconocerle la cara. Un grito nace en la garganta de Montse y revienta por aquel espacio, ahogando el poco silencio que se paseaba por el lugar. La cara del niño era una mezcla amorfa entre los ojos y labios de ella con la nariz chata y amoratada de Santiago San Román. Aterrada suelta aquel crío y lo deja caer sobre el suelo que se había convertido en algo muy parecido a la boca de un muerto y se tragaba hasta el último pedazo de esa pequeña bolita de algodón y cabellos rubios.

Luck, be a lady tonight.

Acabo de despedir a una amiga.
Una muy buena amiga.
Creo que me siento triste.
La conocí en las circunstancias más peculiares, y hemos pasado muy bonitos momentos juntos.
Ahora nos separan muchos y muchos kilómetros, muchas personas, muchos idiomas, muchas historias.
Curiosamente tenía unas enormes ganas de abrazarla fuerte y de decirle que la extrañé, aún las tengo, pero no lo hice.
Supongo que ya lo sabe.
Siempre supongo que lo saben.
Platicamos sobre comida (por que somos tremendos fanáticos de ella), sobre platillos, condimentos, postres, postres, postres y más postres.
Sobre las cosas que andamos haciendo, sobre sus pacientes, sobre sus amores y los míos.
Me sentía satisfecho al volver a casa, pues traía una sensación de estómago lleno.
Hice mis cosas, corrí un poco, estudié esto, lavé aquello, esperé y esperé una noche de películas que se ha venido postergando.
Casi al caer la noche el corazón se me acongojó por la despedida.
Soy pésimo para ellas.
Entonces metí las narices en el refrigerador, en busca de una promesa de alegría y paz mental.
Cocinar siempre me da esa condición.
Me preparé un filete de Sirloin (uno de mis favoritos), con pimienta blanca, champiñones y cebolla.
Redescubrí el placer de comerse un buen chile toreado (muy comunes en la comida mexicana).
Y es que es de verdad una sorpresa tan grata recibir esa oleada de calor en la garganta.
No soy un fanático de los chiles, pero debo admitir que hay ciertas comidas en las cuales no puedo perdonarlo. Comer tacos sin chile me hace sentir que no como tacos.
Se crea una atmósfera de mucha expectativa mientras está uno cocinandolo.
No sé ustedes, mis muy apreciables lectores bloggeros, pero a mí me gusta mucho cocinarlos en un poco de mantequilla.
Pongo el fuego bajo para que se caliente bien, y entonces arrojo a aquel pobre condenado a las fauses del calor en mi sartén.
Espero que se vaya cocinando, que la piel se le cristalize y añado poquita sal.
Voy dándole vueltas y vueltas. Primero un lado, después el otro, mientras mi mente maquina las más sabrosas imágenes, derrotando a mi paladar quien al verse vencido, se ahoga poco a poco en las aguas que él mismo crea, anticipando la dulzura, el ardor, las agujas en la lengua. Con los chiles nunca se sabe.

miércoles, 17 de junio de 2009

The tide is high, but i'm moving on.

- Hace mucho que no sé de ti- Me dijo un buen amigo, hoy por la mañana. O quizá fué ayer. Ultimamente he perdido la noción de los días. Entre escuela, lecciones y malviajes se ha abierto un hueco en el tiempo, hueco que uso para esguarecerme muy comunmente.
- Hace mucho que yo tampoco sé de mi - Respondí, sin afán de queja. Y vaya que tengo mucho sin verlo, es de esos amigos que uno de pronto pierde fisicamente, entre las obligaciones y la rutina que nos imponemos, sin embargo permanece ahí, en mi cuenta de correo, de color verde la mayor parte del tiempo.


- Hoy fué uno de esos días en los que estuve a punto de salir gritando del salón. Te juro que miraba el reloj impacientemente, y rogaba por que ya dieran las 7 - Le platicaba a mi mamá, quien tomó la forma de una voz al otro lado de la bocina esta vez.
- Pero ¿por qué? Si estás estudiando lo que te gusta, no deberías sentirte así hijo.
- Sí, ya sé Doris, y me fascina lo que estudio, pero las lecciones estan volviéndose cada vez más pesadas, aunque ese impulso me viene solo por unos cuantos minutos y después se va. Pareciera que no entiendo algo de golpe, pero cuando estoy sólo y lo medito, logro aterrizar la idea y entonces la comprendo.
- Pues sigo sin entender hijo, no estás trabajando, ¿qué te impide comprender?
- No sé Doris, es como por ejemplo, tú estás acostumbrada a hacer un platillo de cierta forma, y lo has hecho así por años, de pronto yo llego y te digo que así no va y que debes ponerle canela, ¿qué me responderías?
- Que probablemente sepa más rico, la canela siempre realza los sabores- Entonces quise gruñir. Mi mamá nació con el don de hacer poesía. Compone los más bellos poemas, los sonetos más hermosos, y los reposa en un plato, hondo, plano, da igual, sus poemas seguirán siendo los más bellos.

Mi cocina tiene sonidos. Sonidos que no me pertenecen, pero que igual han venido siguiéndome desde hace tiempo ya, quizá vidas pasadas.
Una col apachurrada.
- Como tú y como yo- Pensé.
Mientras cortaba la lechuga, el sonido se acercaba más y más.
Se volvió aire.
Se volvió voz.
Se convirtió en historia.
- Déjame - Pedí con la mirada perdida entre el filo del cuchillo y las hebras color verde que iban quedando dispersas sobre la tabla de picar.
- Qué feo cortas la lechuga - Decía mi papá, quien estoy seguro jamás vió una masacre tal. Y es que era tan perfecto ese hombre, que incluso las lechugas mostraban respeto y se dejaban hacer como él quería. A mí siempre se me deshacían en las manos, quedaban chuecas, demasiado cortas, demasiado largas, demasiado gordas, demasiado flacas.
Estos días me ha dado por comer tsurimi. No sé por qué. Tal vez por que me trae recuerdos, que a veces dejan un sabor salado en mi boca, y un pequeño ardor en los ojos. Por eso preciso que el tsurimi sea dulce.
Comparto mi tsurimi, para aquellos que se encuentren ávidos de recuerdos, déjenlos pasar, ofrezcan el sofá, platiquen con ellos y si la melancolía llega, tomen un poco de tsurimi, repartanlo en una tostada y permitan que el paladar les alegre un poco la velada.


Porción para 2 personas.

2 barritas de tsurimi.
1/2 lechuga romana
1 vara de apio
2 cucharadas soperas de crema ácida
1 cucharada cafetera de mostaza
1/2 cucharada cafetera de miel
1/2 cucharada cafetera de vinagre
Sal y pimienta al gusto

Preparación:

Se pica el tsurimi, lechuga y apio en pequeños trocitos, si cuentas con un rallador pues más suave, la idea es dejarlos lo más fino posible.
Se mezclan en una ensaladera y entonces añades la crema, mostaza y miel, lo revuelves procurando que los ingredientes queden completamente cubiertos en este aderezo. Puedes añadirle un poquito de cebolla también, pero muy poquita.
Agregas Sal y pimienta.
Buen provecho!