viernes, 26 de junio de 2009

Luck, be a lady tonight.

Acabo de despedir a una amiga.
Una muy buena amiga.
Creo que me siento triste.
La conocí en las circunstancias más peculiares, y hemos pasado muy bonitos momentos juntos.
Ahora nos separan muchos y muchos kilómetros, muchas personas, muchos idiomas, muchas historias.
Curiosamente tenía unas enormes ganas de abrazarla fuerte y de decirle que la extrañé, aún las tengo, pero no lo hice.
Supongo que ya lo sabe.
Siempre supongo que lo saben.
Platicamos sobre comida (por que somos tremendos fanáticos de ella), sobre platillos, condimentos, postres, postres, postres y más postres.
Sobre las cosas que andamos haciendo, sobre sus pacientes, sobre sus amores y los míos.
Me sentía satisfecho al volver a casa, pues traía una sensación de estómago lleno.
Hice mis cosas, corrí un poco, estudié esto, lavé aquello, esperé y esperé una noche de películas que se ha venido postergando.
Casi al caer la noche el corazón se me acongojó por la despedida.
Soy pésimo para ellas.
Entonces metí las narices en el refrigerador, en busca de una promesa de alegría y paz mental.
Cocinar siempre me da esa condición.
Me preparé un filete de Sirloin (uno de mis favoritos), con pimienta blanca, champiñones y cebolla.
Redescubrí el placer de comerse un buen chile toreado (muy comunes en la comida mexicana).
Y es que es de verdad una sorpresa tan grata recibir esa oleada de calor en la garganta.
No soy un fanático de los chiles, pero debo admitir que hay ciertas comidas en las cuales no puedo perdonarlo. Comer tacos sin chile me hace sentir que no como tacos.
Se crea una atmósfera de mucha expectativa mientras está uno cocinandolo.
No sé ustedes, mis muy apreciables lectores bloggeros, pero a mí me gusta mucho cocinarlos en un poco de mantequilla.
Pongo el fuego bajo para que se caliente bien, y entonces arrojo a aquel pobre condenado a las fauses del calor en mi sartén.
Espero que se vaya cocinando, que la piel se le cristalize y añado poquita sal.
Voy dándole vueltas y vueltas. Primero un lado, después el otro, mientras mi mente maquina las más sabrosas imágenes, derrotando a mi paladar quien al verse vencido, se ahoga poco a poco en las aguas que él mismo crea, anticipando la dulzura, el ardor, las agujas en la lengua. Con los chiles nunca se sabe.

4 comentarios:

Alan Smithee dijo...

Vivan los chiles! Qué sería de México sin chile? sin los ardores, las fire shits, sin los hipos que se producen por enchilarse, sin las salsas picositas... bla bla bla, ya estoy desvariando en tu blog... pero para eso es que no?
Mmm me antojaste el chile toreado, me vas a tener que hacer unos mañana juar juar

Emotional Junkie dijo...

Jaja ...
Y tú tienes una cocoa pendiente por hacer!
Chiles toreados con cocoa .. whoa!
Vaya que soy intenso!

@noeslamisma dijo...

Me antojaste el chile toreado. Bueno, en realidad se me antojo uno pero a las brasas.

Ay, no debería de tener antojo de nada, me duele el estógamo y ando mareada...talvez no estoy taaaaaan mal.

Emotional Junkie dijo...

Ya sé!
A mí me pasa igual, puedo estar muuuy enfermo, pero a la comida nunca le hago feo, y el día que lo hago entonces sé que algo anda mal (jaja).
Connie! hoy tuve mis primeros tres exámenes! mi cabeza sólo piensa en negras, blancas, corcheas y semicorcheas.
Y si miras transparente no me inquietes, ya ves que si juegas con recuerdos yo no puedo correr.
La la la