sábado, 22 de marzo de 2008

Amanece

Despegué el espíritu del colchón, ese que me tiene, sostiene y dá calor a mis anhelos.
Apurado por la mañana, en espera de encontrarte.
Muy temprano, más de lo común.
Fuí dirigiendo mi acanelada anatomía, despojado de la flaqueza que dejó el ayer.
Vine a encontrarte.

Como siempre apareciste, puntual, resuelto,
Con la coqueta sonrisa, asomada entre cachos de algodón.
Te voy siguiendo.

Acerco las palmas de mis manos, para acariciarte y no me quemas.
Quisiera robar un poco de tu luz, darle a mis ideas claridad.
Ser tan alto, tan huraño, tan resuelto como tú.

Fué llegando calladito atardecer.
Resignado, resolviste comenzar a caer.
Altivo y sin esconderte a la vista, ibas posandote sobre esa cama azul.
Esa que a pesar de tu lejanía, no te niega el refugio de su paz.
Que a pesar de ser tranquila, baila siempre a tu compás.
Te vas durmiendo.

4 comentarios:

DavidOchoaD dijo...

me gusta! me gusta la manera con la que juegas con las palabras

a decir verdad, me gustó que hayas usado acentos =D

es algo que definitivamente le da más estética al texto!

me caes muy bien, lo sabes =D

Selva Mágica nos espera, ya les dije que iremos xD

auf wiedersehen mein leben!

DavidOchoaD dijo...

Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.

Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. - Y la encontré acerba. - Y la injurié.

Me armé contra la justicia.

Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh aversión, es a ustedes solamente que confié mi tesoro!

Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre todo júbilo, para estrangularlo, hice el salto cauteloso de la bestia feroz.

Llamé a los verdugos para morder la culata de sus fusiles mientras perecía. Llamé a los flagelos para ahogar con arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. Me revolqué en el barro. Me sequé con el aire del crimen. Aposté con la locura.

Y la primavera me brindó la risa repugnante del idiota.

Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el apetito.

La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación comprueba que estuve en un sueño!

Permanecerás como una hiena, etc ... exclama el demonio que me corona con duermevelas tan amables. Consigue la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales.

¡Ah! He tenido demasiado: - Pero, querido Satán, se lo suplico, ¡tenga la pupila menos irritada! Y esperando esas vilezas que se retrasan, para usted que ama en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, le arranco algunas hojas ominosas de mi carnet de condenado.



Una temporada en el Infierno

claro, de Arthur Rimbaud

Viri dijo...

Edgarrrrrrrrrr!!!


me gusta como escribes!!


lo amo U__U

kiero ser como tú!!!

Mario Vela dijo...

me gusta..
es simple pero complejo a la vez...

saludos